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  • Merit Mendoza, Carmen Briones

Marisela Escobedo, entre la justicia y el amor

Los expertos llaman “huérfanos” a aquellos que pierden a sus padres, se cataloga “viudo” a la persona que se queda sin su compañera de vida. Para la ausencia de una hija o una hermana, el término no existe. Coincidencia o no, Marisela Escobedo y Juan Manuel Frayre Escobedo no tuvieron problema en encontrar una definición pues transformaron su luto en una LUCHA.


El color de las paredes ha cambiado por un tapiz lleno de papeles con fotografías y letras en color rojo que van más allá de un “Se busca”. Dentro de esa palabra, existe temor, angustia y un futuro incierto para todas aquellas personas que han luchado insaciablemente.

“Las tres muertes de Marisela Escobedo” refleja más allá de un caso más de la impunidad mexicana, muestra el infierno que miles de mujeres y familias viven en México. Una realidad a la que estamos expuestos todos sin excepción.


México es el octavo país en América Latina con mayor casos de feminicidios, pero ¿Cuántos se han resuelto exitosamente? y en todos los casos que existen ¿Dónde se ha reflejado la justicia? ¿Cómo nos protege la ley ante el feminicidio? Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta aceptable, concreta y cierta; lamentablemente ser mujer en México es vivir con un terror constante sin saber si regresarás o no a casa.


El caso de Rubí, hija de Marisela Escobedo, tuvo gran trascendencia al ser una pieza fundamental para la lucha contra el feminicidio a nivel internacional. Fue el primer caso de homicidio que se desarrolló bajo las nuevas leyes mexicanas, donde la palabra feminicidio fue incluida como un crimen. A pesar de contar con la confesión, con testigos asegurados y todas las pruebas contra Sergio Barraza, fue absuelto y puesto en libertad.


Marisela fue activista y un ejemplo para las demás madres afectadas; fue terror y amenaza para las autoridades, fue, tal y como lo dice su hijo en el último encuentro antes de su entierro, una CHINGONA. Sin descanso, dedicó toda su vida para poder darle justicia a su hija, a las jóvenes que privaron de la vida después de ella y a las madres heridas por su ausencia.


A pesar de haber transcurrido 10 años de su injusto y triste asesinato, sigue más viva y presente que nunca, porque gracias a ella aprendimos a no callar y alzar la voz, a marchar y exigir nuestros derechos ante las autoridades correspondientes para poder mantenernos con vida y sin miedo.


Este documental muestra la realidad cruel y sin restricción de este caso, siendo el reflejo de muchos otros casos en el país porque es más fácil lavarse las manos, decir que se fugó, dar carpetazo y pasar al siguiente para hacer lo mismo. Cosas como la falta de un acento, una letra mal escrita o falta de pruebas merman la justicia, la libertad.


El amor de una madre no entiende de límites, no tiene freno, traspasa todo lo material e incluso, aún en la muerte sigue presente. No conoce fronteras ni la palabra cansancio. Fue más fácil atacar por la espalda todas aquellas fuerzas que Marisela tenía, antes de terminar con toda la valentía que podía caber en su mente, cuerpo y corazón.


Rubí, Marisela, Valeria, Ingrid, Fernanda, no son un nombre o estadística, son lugares vacíos en una mesa, alegrías ausentes en un hogar, cuartos vacíos en donde sólo el polvo marca el paso de los días porque el tiempo se ha detenido en la familia. Son mujeres que ya no están y no volverán pero que marcan el inicio de una batalla incansable porque cada día el espíritu de Marisela vuelve y se transforma en la fuerza para seguir luchando y gritar con todas las fuerzas ¡NI UNA MÁS!



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